Sunlid, Sakatumba y Nenagenix: Una noche de energía y comunión en el Konex
- El Tesoro Revista
- 6 jun
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En el marco del ciclo SONIDO KONEX, el pasado viernes 23 de mayo, Sunlid, Sakatumba y Nenagenix se presentaron en el ya conocido Ciudad Cultural Konex. Con una muy buena convocatoria, la noche comenzó con una energía latente que no tardaría en desbordarse.
Abrió Sunlid, recibidos con fervor e ilusión compartida. “Invisible" fue el primer tema que sonó y el público lo festejó con una complicidad vibrante, hasta que, como si no necesitara presentación, los acordes de “Solo un momento” invadieron el ambiente y el estallido fue unánime.
Saltar, gritar, poguear, parecía no ser suficiente para expresar la euforia que se vivía.Recorrieron su primer disco de principio a fin, No mires atrás, editado en 2024 y hasta nos regalaron un adelanto de tema nuevo. El sonido era claro, fuerte, potente, vibrante. La puesta de luces recreaba una escena casi misteriosa, con tonos azules y rojos que generaban contrastes sutiles. Sumado a la voz suave y sedosa de Lucía Taubas, todo confluía en una fusión armoniosa que devolvía algo perfecto: una experiencia que cautivaba y que, a juzgar por las miradas y los cuerpos atentos, estaba siendo disfrutada al unísono.
Llegó el turno de Sakatumba y los primeros acordes de “Me estoy olvidando de vos” rompieron el bullicio expectante que colmaba la sala. El público se empezaba a acercar nuevamente para volver a encender el calor de manada. Siguieron “Basta ya”, “Para olvidar” y el clásico “Chica gótica”, que fue celebrado y coreado con énfasis.
La fiesta se vivía arriba y abajo del escenario. El sonido de Sakatumba, que por momentos puede tornarse sombrío y melancólico, también encuentra pasajes de celebración y desborde. El saxo, omnipresente en su propuesta, aporta tanto una cuota de sofisticación como un impulso festivo que, en ciertos momentos, se desata en una especie de juerga colectiva, inesperada y encantadora.
El show fue un recorrido generoso que combinó disfrute y entrega, algo a lo que la banda ya nos tiene acostumbradxs. Repasaron su último lanzamiento Puro Teatro, su primer disco Una vez iniciado el fuego, y nos regalaron un inédito. Durante toda la presentación se percibía una escucha atenta, una conexión que iba más allá de la música y que parecía establecer un lenguaje compartido entre banda y público.
El cierre llegó con “No te vuelvas a sentir mal", dejando en el aire una sensación de abrazo colectivo, como si la banda nos hubiese acompañado —y sacudido— en partes iguales. Fue una despedida suave pero potente, de esas que no cortan la energía de golpe, sino que la dejan vibrando.
Mientras se preparaba el escenario para la última banda, en el patio, un murmullo constante de charlas, risas, saludos cruzados y abrazos completaba la experiencia. La noche se abría también al encuentro entre amigxs, ese pequeño descanso recargaba el ánimo para lo que venía.
Como si todo hubiera sido una gran previa para ese momento, el cierre de la noche quedó en manos de Nenagenix, y no defraudaron. Se sentía en el ambiente que muchxs lxs esperaban con ansiedad, pero lejos de opacar al resto, fue el broche de oro para una noche donde cada banda dejó una huella.
Casi como un sacudón que no da tiempo a reaccionar, “Dientes de Leche” reventó el aire de golpe y lo cubrió todo. Fue una presencia que se impuso en el ambiente, que se filtró en cada rincón, en cada cuerpo, en cada respiro. Durante esos minutos, el tiempo pareció plegarse a su ritmo, y el Konex entero vibró en esa misma frecuencia, como si no existiera nada más.
Se palpaba la necesidad de agitar el cuerpo y la banda lo percibía. Dieron un show vibrante y catártico. A dos años de su disco debut Lo más cercano a caer, Nenagenix se volvió un estandarte de la escena independiente actual, y solo basta con verlxs en vivo para entender el por qué.
La lista de temas avanzaba, pero el público aún no estaba satisfecho del todo. Querían más, y lo demostraron con pogo, mosh, el coreo constante, el bullicio, la efervescencia que emanaba de ese bloque de cuerpos hermanados en comunión. “Askinf 4 It” y “Material Pornográfico” se colaban entre la lista, pero rápidamente volvían a retomar los temas del álbum: “Igual”, “Nadar sola” y “Pulso”, que automáticamente al terminar le daría paso a uno de los momentos más álgidos de la noche: los primeros acordes de “Toxicity” (System of a Down) sonaron y el estruendo fue total. Se podían percibir las grietas que quedaron después de semejante terremoto humano.
El cierre llegó con “Asfixia” y la coronación se consumaba. Un vaivén colectivo que se sentía casi como una coreografía espontánea: paisajes sonoros, explosiones de distorsión que no aturdía, sino que abrazaban, contenían y daban refugio. El último aliento que quedaba fue usado para gritar y saltar hasta que los acordes pusieron punto final y sentenciaron lo que fue una noche de calor humano y melodías arrasadoras.
Todo terminó como se terminan las cosas lindas: con el cuerpo cansado, el corazón latiendo fuerte y esa mezcla rara de agite y emoción que te deja un buen show. No fue solo una seguidilla de bandas, fue un recorrido por lo mejor de esta escena que está más viva que nunca. Cuando se apagaron las luces, todavía vibraban las paredes, los cuerpos, las miradas cómplices. Quedó en el aire algo de todo eso: el deseo de que noches así no se terminen nunca, o al menos, que siempre vuelvan.
Crónica escrita por Ludmila Morinigo (@la_pepisa)
Fotos de Sunlid y Nenagenix capturas por Charlie Riobueno (@charlieriobueno) y de Sakatumba por Sol Barqui (@solbarquiph)
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